Historia
Los orígenes
El célebre licor Chartreuse se elabora a partir de una maceración de 130 plantas, cuya composición es un misterio. Su fórmula secreta es únicamente conocida por tres monjes pertenecientes a la Orden de los Cartujos del Monasterio de la Grande Chartreuse, que da nombre a la marca. Este imponente monasterio se eigió en honor a San Bruno, que decidió establecerse en el lugar en el 1084 para llevar a cabo una vida de paz, oración y comunión junto a la orden monástica que formó. Entre las labores de los monjes se encuentraban la destilación de aguardientes, que poseían propiedades medicinales. Fue en 1605 en el monasterior parisino de Vauvert, cuando el mariscal François-Annibal d’Estrées, que conocía la labor de destilación de los cortujos, les entregó un misterioso manuscrito que contenía los secretos para la elaboración de un “Elixir de larga vida”.
Este brevage tardará en ver la luz, y requerirá del esfuerzo, sabiduría y dedicación a través de los años y generaciones. No fue hasta el 1614 que se empezó a tratar de dar con las composiciones exactas para obtener el Elixir en el monasterio de Vauvert, bajo la tutela del hermano Claude Obriot. El manuscrito fue trasladado al monasterio de la Grande Chartreuse por el prior Dom Michel Brunier de Larnarge en 1737. Fue allí cuando los hermano Bruno y André seguirán con los trabajos de perfeccionamiento del brevage. Tras sus muertes, las labores prosiguieron por el hermano Jérôme Maubec, que llegó en 1755 a obtener un brevage inicial de 71º. A su muerte en 1762, el legado inacabado pasará al hermano Antoine Dupuy, que proseguirá el trabajo intergeneracional de perfeccionamiento del Elixir.
Sin embargo, la Orden deberá sobrevivir a múltiples vicisitudes históricas, en especial la sufrida en 1792 en plena Revolución Francesa con la expulsión de los monjes de los monasterios de Vauvert y la Grande Chartreuse, que no permitieron comercializar la tan ansiada fórmula. En 1816 Louis XVIII permitió a los Pères Chartreux retornar a sus monasterios, lo que permitió a Dom Ambroise Burdet retomar las labores de destilación plasmadas en el manuscrito “Composición del Elixir de Chartreuse” del 1764. Igualmente, los padres producen nuevos productos terapéuticos y medicinales como el “dentifrice”, la “bola de acero”, el “específico” o diversos jarabes.

El nacimiento del licor Chartreuse
En 1825 Dom Messy desarrolla una nuevo “Elixir de mesa o de salud” de propiedades curativas, esta vez de 60º. Poco más tarde, en 1838, el hermano Bruno Jacquet innovó la fórmula anterior, al igual que el hermano Colomban Mure-Ravaux, destilando un licor más suave y con tonalidades amarillentas. Estamos ante el nacimiento en 1840 del célebre Chartreuse amarillo, que verá la luz junto con otra destilación de tonos verdosos, el Chartreuse verde, llamados así por el padre Dom Louis Garnier, por aquel entonces responsable de la producción de los licores cartujos.
Ya des de esa fecha, los licores, que junto con el Elixir y demás productos de farmacia se producen y comercializan con gran éxito, pasan a llevar la denominación de Chartreuse. La popularidad y aceptación del Chartreuse en la zona es de tal embergadura que surgen las primeras falsificaciones, debiendo añadiendir a las etiquetas: “Licor elaborado en la Grande Chartreuse”, junto con la firma L. Garnier para atestiguar su originalidad. La fama del licor, conocido ya como la “Reina de los licores” y el Elixir crece sin cesar, se multiplica la elaboración y empiezan a exportarse a otros puntos de Francia, y también a la vecina Italia. La necesitar de seguir incrementando la producción obligó a tener que trasladar la destilería del monasterio a Fourvoirie en 1864, al mismo tiempo que se establecen los almacenes en Voiron. La marca se registró finalmente el 1869.

Las destilerías
En los incicios del siglo XX en Francia corrían malos tiempos para las congregaciones religiosas, por lo cual los Padres Cartujos tomaron la decisión de crear “La Unión Agrícola” el 27 de diciembre de 1901 en Tarragona. Dos años más tarde fueron expulsados del monasterio, lo que les obligará a trasladarse a una antigua fábrica téxtil de la ciudad que la Orden había adquirido hacía veinte años. Será aquí donde se desarrollarán a partir del 1903 las labores de producción de nuestro célebre Chartreuse de Tarragona, y donde se conseguirá una perfección del licor jamás vista. El exigente consumidor local jamás aceptó otro licor que no fuera el producido por los Pères Chartreux, y duarnte la historia de la fàbrica se sucedieron, a demás del clásico licor amarillo y verde, algunas botellas exclusivas, como las “Reserva”, la VEP o la “Tarragone du Siecle”, además de otro tipo de productos como el Brandy CAR La Tarragonesa, el Anisette o l’Eau de Noix. La historia del licor y su fábrica es muy querida por la ciudad. En ella han trabajado los tarraconsenses durante casi todo un siglo y está llena de recuerdos y vicisitudes, como el bombardeo sufrido en 1938 en plena Guerra Civil y las durísimas condiciones de la postguerra.
En ausencia de los Padres Cartujos en Francia, el licorista Cusenier se hizo con los derechos de la marca y creó la “Compagnie Fermière de la Grande Chartreuse”, a través de la cual siguió cubriendo la creciente demanda francesa de este licor. Los cartujos consiguieron recuperar los derechos de su marca a nivel internacional, y en 1912 la Corte Suprema de Estados Unidos prohibió el licor de “the Cusenier Company” en los Estados Unidos. La compañía acabó quebrando en 1929, después de que los consumidores franceses rechazaran un producto muy alejado de la excepcionalidad ofrecida por los monjes. La producción inimiatble de los cartujos se retomará en Francia en 1921, cuando se abrió una nueva destilería en Marsella, que permitirá a los fieles consumidores franceses recuperar su añorado Chartreuse original. En el 1932 se retomó la producción en en Fourvoirie, aunque tres años más tarde la fábrica quedó destruida por un deslizamiento de tierra, lo que llevó a mover toda la producción francesa a Voiron.
Las enormes dificutades vividas durante la Segunda Guerra Mundial marcarán el espíritu de renovación de la marca en la década posterior, con un nuevo modelo de botella en relieve y etiqueta con la denominación “Chartreuse”, y con un crecimiento vertiginoso en la producción. El consumidor francés, deseoso de degustar productos aún más exclusivos, accederá a partir del 1963 a las VEP (Chartreuse Envejecimiento Excepcionalmente Prolongado), madurado en barricas de roble durante una década. La celebridad y fama de la marca no para de crecer en los años 1970 y 1980, y se deberá confiar la comercialización y publicidad a Chartreuse Diffusion. Con el nuevo milenio, Chartreuse abrió la destilería de Aiguenoire en 2018. En 2022, las Caves de la Chartreuse en Voiron se han convertido en un museo en el que preservar la cultura y la legendaria historia de la Chartreuse.



El final de una historia
En los inicios de la década de los ochenta la crisis afectó a las ventas de licores en el mercado español, francés y estadounidense, y la popularidad del licor empezó a decrecer. Las nuevas tendencias, así como los nuevos impuestos y regulaciones sobre las bebidas alcohólicas afectaron al consumo de la marca. El decrecimiento de ventas en los ochenta en la fábrica de Tarragona llevó a su cierre definitivo en 1989. Es el final de una historia en Tarragona forjada por el imborrable paso de los Pères Chartreux por la ciudad. A pesar del cierre de la legendaria destilería de Tarragona, la ciudad sigue muy apegada al licor, y los Pères Chartreuse, en reconocimiento por lo mucho que representó la ciudad para la marca duarante casi todo el siglo XX, reserva una partida anual de Chartreuse amarillo y verde, especialmente embotellado en ocasión a las Fiestas de Santa Tecla. Sin duda, las añadas 2003, 2004 y 2005 sobresalen como las más excepcionales.
En la época postTarragona, iniciados ya los noventa, las ventas empezaron a subir de nuevo en Francia y también a nivel internacional, pero por aquel entonces en Tarragona ya sólo quedaba el vivo recuerdo de las vivencias con las que los tarraconsenses disfrutaban del Chartreuse. La producción se concentró en Voiron, donde se diversificó la producción elaborando en 1990 un licor nuevo: el Episcopal, con el que commemorar el 50 aniversario del regreso de los cartujos a Francia.

El licor más excepcional: el de Tarragona
A lo largo de más de dos siglos y medio de trabajo incesante con la sabiduría inigualable en las artes destilatorias de los Pères Chartreux, ha sido en Tarragona donde sin lugar a dudas se ha obtenido el brevage más cercano a la perfección, un auténtico oro líquido. La combinación del origen del alcohol de maceración de base, obtenido de vinos españoles, el origen de las hierbas y la temperatura de la bodega de la fábrica, se conjuraron para ver nacer al destilado de mayor prestigio, el más buscado y benerado de entre los jamás fabricados en la legendaria historia de los licores Chartreuse.
Hoy en día cada botella es un objeto de culto, un mito para la cultura popular de muchos tarraconenses, que conservan alguna botella como una forma de recordar lo que un día la ciudad fue y aquello por lo que un día brindaron. Para otros, una botella de Tarragona es la posibilidad de experimentar la más inigualable experiencia del paladar. Jamás un vinculo entre un vino o licor y una ciudad se unieron con tanta fuerza y fue tan especial. Y aunque pasen los siglos, el recuerdo de los Pères Chartreux y de su fàbrica, por la que tantos trabajadores de la ciudad pasaron, permanecerán vivos en la memoria mientras quede una última botella de Chartreuse. “El tiempo pasa, la Chartreuse permanece”, y si es de Tarragona, mucho más.
